Goleman y Cherniss (2005) exponen el caso de James Dozier. Dozier era un
general de la brigada del Ejército Estadounidense que fue secuestrado por las
Brigadas Rojas, un grupo terrorista italiano. Él pasó dos meses en cautiverio
antes de poder ser rescatado. Durante sus primeros días sus secuestradores
parecieron enloquecer a casusa de la excitación que rodeaba el suceso. Al ver
tal situación, las armas que empuñaban y que ellos estaban cada vez más
agitados y dando muestra de un comportamiento irracional, se dio cuenta de que
su vida corría peligro. En ese momento recordó algo que había aprendido en un
programa de desarrollo ejecutivo; “Las emociones son contagiosas, y una
sola persona puede influir en el tono emocional de otros creando un modelo”.A
Dozier este aprendizaje le salvó su vida, a los entrenadores les puede ayudar a
conseguir un mejor rendimiento en sus deportistas.
Son incontables las veces que se ha visto a entrenadores gritando desde su
posición en el campo o la pista durante los entrenamientos o los partidos y
competencias. Si buscamos en Internet encontraremos muchos ejemplos, y varios
de ellos son exagerados y nos parecen hasta irrisorios, pero las consecuencias
son perjudiciales para tanto para él, el equipo, los deportistas, el desempeño
y los resultados de aquellas competencia. En cuanto al mensaje, no sólo afecta
el volumen o el tono con el cual el entrenador tramite directrices, la
comunicación va mucho más allá. (Para más ejemplos sobre el alcance de la
comunicación ver el artículo de lenguaje corporal).
Muchas veces los entrenadores son capaces de controlar estos aspectos.
Logran dar instrucciones en las que el volumen y tono son los correctos, pero
sigue existiendo un problema. En ocasiones ocurre que, aunque el mensaje trate
de dar instrucciones claras y precisas sobre lo que tienen que hacer, y lo
hacen en el tono adecuado, las palabras correctas y volumen acorde a esto, el
mensaje produce cierta interferencia o molestias en el o los deportistas.
Incluso pueden ocurrir estas molestias, sin que el entrenador haya dicho nada,
pero no quiere decir que no entregue nada, sigue dando un mensaje, aunque no se
de cuenta.
¿Por qué ocurre esto?
Porque el entrenador no sólo tramite un mensaje con su boca, la
comunicación también refleja las emociones experimentadas, estas pueden quedar
plasmadas en sus gestos, posturas, en la proximidad o lejanía que hay entre él
y el deportista, en las miradas, etc. Hay muchas formas de demostrar estas
emociones, la gran mayoría de ellas son inconscientes, por lo tanto, bastante
difíciles de controlar. Este mensaje emocional aparece de forma natural, y es
trasmitido y recibido de la misma forma.
Por lo tanto, cuando el entrenador entrega instrucciones o habla con sus
deportistas, hace llegar, inevitablemente, junto con sus palabras "una
carga" emocional. Estas emociones pueden ser percibidas de forma
consciente o no, por quien están escuchando, pero, aunque aquellos receptores
no se den cuenta de las emociones que están recibiendo, estás les afectarán de
forma ineludible.
Claro, esto es perjudicial para los atletas sólo en los casos en que el
entrenador no sepa controlar de forma debida sus emociones, en el caso
contrario esta capacidad de transmitir y percibir las emociones puede
convertirse en un factor beneficioso tanto para el bienestar del deportista y
equipo como para rendimiento y el logro de buenos resultados.
Por ejemplo, si un entrenador les da instrucciones a sus atletas, pero al
mismo tiempo siente inseguridad de que el deportista o equipo sea capaz de
lograr llevarlas a cabo, estas emociones de inseguridad serán percibidas y
traerán efectos perjudiciales si no sabe manejar esta situación (no siempre
ocurrirá esto, en casos de deportistas con buen manejo emocional, no tendrá un
efecto tan nocivo).
Goleman y Cherniss (2005) explican que los líderes más eficaces son
aquellos capaces de manejar sus propias emociones, con el resultado de que
quienes tiene a su cargo confían en ellos y se sienten bien trabajando a su
lado.
En otras palabras, aquellos entrenadores que sepan controlar sus emociones
(no evitarlas o suprimirlas) podrán comunicar un mensaje verbal y no verbal
adecuado a sus deportistas, sin impregnarlos de emociones que pueden perjudicar
el estado anímico de los otros, la ejecución de la actividad, el desarrollo y
resultados de un partido o competencia.
Algunos simples pasos para mejorar este aspecto:
1) Identificar las
emociones que se están experimentando; definirlas
2) Encontrarles una causa
razonable; generalmente en este punto nos daremos cuenta que estas emociones
son injustificadas
3) Hacer una lista mental
de los beneficios y perjuicios de estas emociones, en uno mismo y en el
deportista o equipo.
4) Concentrarse en las
emociones correctas que se quieren trasmitir, aquellas que sean adecuadas y
ayuden al deportista o equipo.
(En casos de requerir técnicas para trabajar el manejo emocional o
supervisarse profesionalmente en este ámbito es recomendable acudir a la ayuda
de un psicólogo del deporte).
Aristóteles decía que cualquiera puede enfadarse, ya que eso es algo muy sencillo. Pero
enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno,
con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente,
no resulta nada fácil. Y esto no sólo ocurre con el enfado, también con la
inseguridad, tristeza, alegría, calma, miedo, felicidad, etc.