Las expectativas pueden ayudar a motivarte
y comenzar con un buen nivel de activación en tu próxima competencia o
partido. Pero debes tener en cuenta que estas expectativas que tienes se escapen
fácilmente de tus manos y suban a las nubes, en otras palabras, que se pierda
el control sobre ellas.
Cuando las expectativas sobre el rendimiento
en la próxima competencia ascienden más de lo adecuado trae consecuencias
negativas. Normalmente cuando esto pasa, las autoexigencias son
también muy altas.
Muchas veces lo que ocurre es que nuestra mente,
impulsada por estas altas expectativas y exagerada autoexigencia, nos juega una
mala pasada y si analizamos el partido o competencia, en ese momento o luego de
que haya acabado, y nos quedamos con un gusto amargo. Lo que realmente
ocurre es que sólo nos enfocamos en las malas acciones
y errores, y no nos planteamos el panorama completo. Es como si nuestros
ojos vieran sólo aquel penal que fallamos o nuestra memoria sólo recuerda
aquella canasta que no logre encestar. Podemos llegar a incluso, no darnos
cuenta de los aciertos y buenas acciones de nuestra performance. ¿Cómo crees
que esta visión sesgada te hará sentir?
Una de las consecuencias que puede generar
estas altas expectativas es que, si las cosas no ocurren como te las
plantebas, piensas que ya has fallado, y lo siguiente a esto es sentir una gran cuota
de frustración. Si no sabemos convivir muy bien con la frustración puede incrementar aquella sensación de que "todo ha salido
mal".
Tener altas expectativas tanto de uno mismo como
de como ocurrirá el partido, es crear en la mente una situación rígida que
esperamos que suceda de forma muy probable. Lo cierto es que las situaciones
del deporte en competición dependen de muchísimos factores, al igual que nuestra propia
actuación. En cuanto a los factores externos que están relacionados con
la competencia no son controlables, por lo tanto, no debemos prestarles mucha
atención. En cuanto a los propios, hay que tener claro cuáles son los elementos
en los que puedo influir y cuáles no, porque se suelen confundir.
Pero más importante aún es pensar en que el
partido puede tener muchas posibilidades en su desarrollo, se puede ganar,
perder y empatar de muchas formas. Y dentro de la competencia pueden ocurrir
muchas cosas. Es mejor mantener una actitud de flexibilidad y de estar
preparado para lo que pueda ocurrir, sin pensar en qué específicamente pueda
pasar. Esto solo se sabrá luego de que lo hayamos vivido.
En muchas ocasiones caemos en el error de
crearnos estas expectativas, tanto las del propia conducta y rendimiento como
de lo que pueda pasar en la competencia y en su resultado, porque nos entrega
una falsa sensación de control. Si, una falsa sensación ya que sólo en nuestras
mentes nos imaginamos la situación de una forma determinada, pero en la
realidad puede ocurrir múltiples opciones. ESTOS ASPECTOS QUEDAN FUERA DE
NUESTRO CONTROL, por lo tanto, no debo prestarles atención. No te equivoques,
no planteo que no pienses en el partido, pero no lo pienses ni imagines de una
forma rígida e inamovible.
Por ejemplo, si tenemos expectativas de rendir al
100% en el próximo partido, no sentir cansancio, marcar muchos goles, hacer muy
buenas asistencias, etc. y no ocurre como lo habíamos planteado en nuestra
mente, y por el contrario cometemos uno o más errores, esto puede ser percibido
como un “muy mal rendimiento”, pero esto es sólo una distorsión del
pensamiento. Esta creencia mantenida en forma rígida e inflexible
acerca de cómo debería ser, actuar o rendir uno mismo y los demás, pueden
afectar más de la cuenta. La alta auto-exigencia se convierte en autocríticas
y muchas veces conllevan a la inhibición del comportamiento.
Cuando las expectativas son muy altas, no sólo se
siente frustración si no son alcanzadas en la realidad, también ocurre un
efecto previo a enfrentarse con lo real. Por ejemplo, si se tienen grandes
expectativas es un partido en el cual mi desempeño sea óptimo y no me equivoque
en absolutamente nada, este pensamiento puede generar una alta presión,
estrés y miedo a competir.
En nuestra cabeza aparecerán pensamientos como
“debo hacerlo muy bien”, “no cometeré ningún error”, “debo ganar”, “no debo
sentirme inseguro”. Estos pensamientos conllevan emociones como inseguridad
y todas las anteriormente mencionadas. Tanto los aspectos cognitivos como
emocionales también pueden aparecer durante la competencia o partido, esto
desenfocará la atención en la ejecución de movimientos y/o el balón y la
probabilidad de cometer errores se incrementará.
¿CÓMO CONTROLAMOS ESTO?
Manteniendo las expectativas cerca de la
realidad, NO nos confundamos con ser derrotistas, eso sería
el otro extremo. Para que la mente funcione correctamente y ayude a
nuestro cuerpo a dar lo mejor de sí, debe mantenerse como una balanza en
equilibrio.
Para analizar si tus expectativas están altas
puedes preguntarte ¿qué esperas del partido? Luego de responder a esta
preguntar compáralo con los resultados que has obtenido últimamente, ¿se
parecen o son muy diferentes?
Si te das cuenta que esperas mucho más de lo que
puede llegar a ocurrir en la realidad puedes pensar en que cometer errores es
algo normal, antes de ser deportista o entrenador eres una persona,
por lo cual tienes como derecho la posibilidad de equivocarte.
En el caso de que esto pase, es bueno pensar que los errores te ayudan a crecer
si los aprecias como un aprendizaje.
Si esta alta exigencia y sus consecuentes
pensamientos y emociones te abordan antes de la competencia, concentrarte en
el momento, mantén tu atención en lo que estás haciendo para
prepararte para competir. Que tu mente no se escape hacia los “debería” o en
planteamientos sobre el futuro, quédate en el presente. Si estás en el
partido y tu mente comienza con el bucle de exigencias o emociones de este
tipo, concentra tu atención en lo que toca; la pelota, el rival, el
campo, etc.
Si necesitas está sensación de control, que fue
posiblemente la causa de las altas expectativas, es importante comprender que
lo que pueda ocurrir en la competencia como el juego del rival, las condiciones
del clima y el campo, lo que dictamine el árbitro, lo que te diga el
entrenador, las acciones de tus compañeros de equipo, NO las puedes PREDECIR ni
CONTROLAR.
Pero si puedes controlar tu propio empeño,
tanto si practicas un deporte en equipo o uno individual, lo importante es que
des tu mejor esfuerzo y lo mejor de ti. De esta forma, sin importar el
marcador, podrás volver tranquilo a casa luego de la competencia, porque lo has
dado todo en el campo sin importar las circunstancias ni el resultado.
Un elemento son las expectativas y otro son los
objetivos, no los confundas. Mantener un objetivo alto (a la vez realista)
es lo que puede impulsarte para llevarte a la meta que deseas, siempre y cuando
este esté bien planteado. En cambio, tener altas expectativas significa
crear una realidad futura rígida que puede ser muy distinta a lo que pueda
suceder de verdad.
A modo de metáfora “con la cabeza en alto pero
los pies en la tierra”.