lunes, 29 de febrero de 2016

Entrenador; tramites más que sólo con tu boca




Goleman y Cherniss (2005) exponen el caso de James Dozier. Dozier era un general de la brigada del Ejército Estadounidense que fue secuestrado por las Brigadas Rojas, un grupo terrorista italiano. Él pasó dos meses en cautiverio antes de poder ser rescatado. Durante sus primeros días sus secuestradores parecieron enloquecer a casusa de la excitación que rodeaba el suceso. Al ver tal situación, las armas que empuñaban y que ellos estaban cada vez más agitados y dando muestra de un comportamiento irracional, se dio cuenta de que su vida corría peligro. En ese momento recordó algo que había aprendido en un programa de desarrollo ejecutivo; “Las emociones son contagiosas, y una sola persona puede influir en el tono emocional de otros creando un modelo”.A Dozier este aprendizaje le salvó su vida, a los entrenadores les puede ayudar a conseguir un mejor rendimiento en sus deportistas.

Son incontables las veces que se ha visto a entrenadores gritando desde su posición en el campo o la pista durante los entrenamientos o los partidos y competencias. Si buscamos en Internet encontraremos muchos ejemplos, y varios de ellos son exagerados y nos parecen hasta irrisorios, pero las consecuencias son perjudiciales para tanto para él, el equipo, los deportistas, el desempeño y los resultados de aquellas competencia. En cuanto al mensaje, no sólo afecta el volumen o el tono con el cual el entrenador tramite directrices, la comunicación va mucho más allá. (Para más ejemplos sobre el alcance de la comunicación ver el artículo de lenguaje corporal).

Muchas veces los entrenadores son capaces de controlar estos aspectos. Logran dar instrucciones en las que el volumen y tono son los correctos, pero sigue existiendo un problema. En ocasiones ocurre que, aunque el mensaje trate de dar instrucciones claras y precisas sobre lo que tienen que hacer, y lo hacen en el tono adecuado, las palabras correctas y volumen acorde a esto, el mensaje produce cierta interferencia o molestias en el o los deportistas. Incluso pueden ocurrir estas molestias, sin que el entrenador haya dicho nada, pero no quiere decir que no entregue nada, sigue dando un mensaje, aunque no se de cuenta. 

¿Por qué ocurre esto?

Porque el entrenador no sólo tramite un mensaje con su boca, la comunicación también refleja las emociones experimentadas, estas pueden quedar plasmadas en sus gestos, posturas, en la proximidad o lejanía que hay entre él y el deportista, en las miradas, etc. Hay muchas formas de demostrar estas emociones, la gran mayoría de ellas son inconscientes, por lo tanto, bastante difíciles de controlar. Este mensaje emocional aparece de forma natural, y es trasmitido y recibido de la misma forma.

Por lo tanto, cuando el entrenador entrega instrucciones o habla con sus deportistas, hace llegar, inevitablemente, junto con sus palabras "una carga" emocional. Estas emociones pueden ser percibidas de forma consciente o no, por quien están escuchando, pero, aunque aquellos receptores no se den cuenta de las emociones que están recibiendo, estás les afectarán de forma ineludible.

Claro, esto es perjudicial para los atletas sólo en los casos en que el entrenador no sepa controlar de forma debida sus emociones, en el caso contrario esta capacidad de transmitir y percibir las emociones puede convertirse en un factor beneficioso tanto para el bienestar del deportista y equipo como para rendimiento y el logro de buenos resultados.

Por ejemplo, si un entrenador les da instrucciones a sus atletas, pero al mismo tiempo siente inseguridad de que el deportista o equipo sea capaz de lograr llevarlas a cabo, estas emociones de inseguridad serán percibidas y traerán efectos perjudiciales si no sabe manejar esta situación (no siempre ocurrirá esto, en casos de deportistas con buen manejo emocional, no tendrá un efecto tan nocivo).

Goleman y Cherniss (2005) explican que los líderes más eficaces son aquellos capaces de manejar sus propias emociones, con el resultado de que quienes tiene a su cargo confían en ellos y se sienten bien trabajando a su lado.

En otras palabras, aquellos entrenadores que sepan controlar sus emociones (no evitarlas o suprimirlas) podrán comunicar un mensaje verbal y no verbal adecuado a sus deportistas, sin impregnarlos de emociones que pueden perjudicar el estado anímico de los otros, la ejecución de la actividad, el desarrollo y resultados de un partido o competencia.

Algunos simples pasos para mejorar este aspecto:
      1)      Identificar las emociones que se están experimentando; definirlas
     2)      Encontrarles una causa razonable; generalmente en este punto nos daremos cuenta que estas emociones son injustificadas
      3)      Hacer una lista mental de los beneficios y perjuicios de estas emociones, en uno mismo y en el deportista o equipo.
      4)      Concentrarse en las emociones correctas que se quieren trasmitir, aquellas que sean adecuadas y ayuden al deportista o equipo.

(En casos de requerir técnicas para trabajar el manejo emocional o supervisarse profesionalmente en este ámbito es recomendable acudir a la ayuda de un psicólogo del deporte).

Aristóteles decía que cualquiera puede enfadarse, ya que eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta nada fácil. Y esto no sólo ocurre con el enfado, también con la inseguridad, tristeza, alegría, calma, miedo, felicidad, etc. 

martes, 16 de febrero de 2016

Autoverbalizaciones

Como deportistas es imposible evitar aquellas situaciones complejas implícitas de la disciplina que prácticas y que normalmente provocan un grado mayor de ansiedad, ya que inevitablemente tendrás que hacer frente a este tipo de circunstancias que genera mayor presión. Frente a dichos momentos, muchas veces el control de las emociones puede determinar si realizar la tarea con éxito o no, sin importar cuando te hayas preparado a nivel técnico, táctico y físico.  

Si tus nervios te traicionan ante situaciones en que se debe actuar bajo presión, es probable que tus acciones te lleven a cometer un error y fallar en la tarea que debes realizar. Pero existen formas de controlar las emociones y desempeñarse con mayor normalidad ante estos momentos críticos. Aunque es importante tener en cuenta que se pueden manejar de mejor forma, pero no evitar del todo.

Es importante comprender que a nivel psicológico nuestros pensamientos, emociones, fisiología y acciones están conectadas y en constante interrelación, en otras palabras, lo que ocurra en uno de estos elementos puede influir directamente en los otros. Por lo tanto, en cuanto a intervención si podemos trabajar en uno de estos planos, los resultados también se evidenciarán los demás.

Muchas veces no somos conscientes de los pensamientos que tenemos cuando nos enfrentamos ante una situación difícil como lo es chutar un penal, ver la altura del listón antes del salto con pértiga, cuando estamos parados en el tee box y debemos realizar un swing perfecto para mandar la pelota dentro del hoyo o cuando estamos frente a la canasta en un tiro libre y debemos encestar, cada una de estas situaciones nos acercará o alejará a la meta que deseamos alcanzar en esa competencia por la cual nos hemos preparado tanto o en ese partido que definirá un gran logro de haber quedado segundos. Así como estos ejemplos existen muchas situaciones en las que se debe jugar bajo presión independiente del deporte, en cada uno de ellos existe ese momento en que debemos trabajar con gran precisión sin importar la ansiedad que sintamos. 

 En muchas de estas circunstancias, sin darnos cuenta, nos dejamos llevar por pensamientos que exageran la emoción de ansiedad, muchas veces pensamientos de índole negativo, lo cual le agrega una dificultad mayor a la tarea y se hará difícil controlar nuestras acciones bajo la influencia de dichos pensamientos negativos pasando por nuestra mente. 

Una técnica importante para llevar a cabo ante estas experiencias son la las autoverbalizaciones, estas consisten en utilizar palabras para expresarnos a nosotros mismos un mensaje que sea concreto y directo en forma de lenguaje interno, no es necesario expresarlo en voz alta, pero si te resulta más fácil en voz alta o modulándolo con los labios también puedes ponerlo en práctica.

Ese mensaje serán palabras que guiarán nuestros pensamientos de forma controlada, para evitar que estos se descontrolen a causa de la emoción que nos provoca la situación estresante. Estos mensajes pueden tener objetivos específicos, como lo son el poner mayor atención a la tarea que estamos realizando, darnos autoinstrucciones para guiar de forma precisa nuestras acciones y concretar la tarea con éxito, animarnos y reforzarnos positivamente para motivarnos ante una situación difícil o un error cometido.

Por lo que es aconsejable que se tenga un repertorio de autoverbalización frente a cada situación que provoque un nivel más alto de ansiedad o nerviosismo, ya sea que la situación es difícil, que hayamos cometido un error, incluso si la situación ha salido como queríamos.


Es bueno que pongas es practica las autoverbalizaciones, no sólo ante las situaciones más complejas, sino también en los entrenamientos, de esta forma será un hábito y un ejercicio mental más fácil de realizar ante las verdaderas situaciones estresantes.


miércoles, 10 de febrero de 2016

Derribando un mito




Muchas veces es difícil dejar de creer en aquellos consejos en los que aceptamos ciegamente, o incluso en aquellos supuestos considerados por muchos como si fuesen verdades incuestionables, por el hecho de que la gran mayoría piensa que es una verdad, y como tal no es cuestionada. Es posible que este pensamiento haya sido una novedad, con lo cual su difución fue rápida, y hoy en día probablemente algo a lo que estamos muy habituados y no muchos se atreven a señalar como erróneo, aun teniendo evidencia que comprueba lo contrario a la creencia.

Ya que no la cuestionamos, pasa a ser una norma. Pero no estamos conscientes no sólo de la verdad, sino de las consecuencias negativas que conlleva pensar, sentir y actuar en base a esta creencia.
Un ejemplo que hoy en día está muy patente y ha calado muy profundo en el mundo de los deportes y en los aficionados a la actividad física es el lema “No Pain – No gain”, traducido literalmente significa “sin dolor no hay ganancia”. Explica en otras palabras, que el esfuerzo y motivación aplicado al ejercicio o actividad que se esté realizando debe ser el máximo, de lo contrario no habrá una buena recompensa. 

Como eslogan publicitario es un lema que suena muy bien, y además es posible que haya logrado su objetivo de vender más matriculas en los gimnasios, de vender más artículos, productos y ropa deportiva e inscribir a más personas a las competencias deportivas. Como campaña publicitaría es todo un éxito, porque su objetivo es alcanzar más ventas y generar mayores ingresos en cualquiera de los ámbitos ya mencionados, y seguramente ha conseguido su propósito, pero hay que tener en cuenta que esto es sólo una cara de la moneda. Por otra parte, ha generado que este lema se crea como cierto, una verdad absoluta, y quien no siga esa norma no está realizando las cosas de forma correcta. 



Creer que el lema “No pain, no gain” es una verdad absoluta, la transforma en una distorsión cognitiva, una forma de pensar rígida y poco flexible que se aplica de forma indistinta a muchas situaciones y finalmente conlleva consecuencias negativas, pero aun así sigue siendo aplicado una y otra vez, a menos que esta forma de pensar cambie. Tarea que requiere de un esfuerzo y aplicar técnicas para ello, lo que denominamos desde la psicología una reestructuración cognitiva.
A este error cognitivo especifico del lema “No pain, no gain” se denomina pensamiento dicotómico, en otras palabras “o todo o nada”. Es una tendencia en nuestro modo de pensar que nos provoca clasificar los acontecimientos en términos extremos, obviando los términos medios, o de forma opuesta. 

Por lo tanto, aquellos fervientes creyentes de este lema pensarán y sentirán que no han logrado nada si no se esfuerzan y motivan al cien por ciento de sus capacidades. Por lo que se sobre exigirán en la mayoría de las veces que practiquen una actividad física o en los entrenamientos del deporte que practican. 

Esta forma de pensar, trae graves y negativas consecuencia tanto a nivel físico como emocional, e incluso puede traer consecuencias contraproducentes en el rendimiento deportivo de la persona.  
 

Consecuencias negativas: 

En primer lugar, es poco realista pensar que una persona se pueda encontrar motivada siempre y que se esfuerce al máximo cada vez que realiza ejercicios tanto en un gimnasio como en los entrenamientos, muchas veces realizamos algunos que no nos agradan tanto, y no es necesario convencerse que tenemos que dar todo ánimo y nuestro mayor vigor. Debemos tener en cuenta que antes que deportista, sin importar a que nivel compita o si no compite, somos personas, y como tales tenemos preocupaciones y una vida que va más allá del deporte o actividad física que realiza. Por lo que puede verse afectada nuestra motivación y esfuerzo que realizamos en cualquier actividad. 

En muchas ocasiones, esta alta exigencia y búsqueda del perfeccionismo puede llevar a desmotivarnos o a frustrarnos rápidamente. Ya que la creencia demanda impone que, si no damos nuestro mejor esfuerzo, automáticamente no nos sentiremos satisfechos y probablemente nos quedaremos con la sensación de haber fracasado, aun si hemos realizado algún logro o si hemos realizado bien los ejercicios. Negaremos o le restaremos importancia a lo conseguido, si creemos que no hemos puesto toda nuestra energía en la tarea. 

Por otra parte, este pensamiento rígido conlleva una alta exigencia y demanda emocional, no sólo puede provocar una rápida frustración, es probable que a su vez genere un alto nivel de estrés. El estrés combinado con la ejecución de deporte o actividad física es un agregado de un riesgo muy alto de sufrir una lesión; debido que genera altos niveles de activación, estos reducen el enfoque atencional del deportista, quien puede llegar a ignorar información relevante que conlleve a que cometa graves errores en la toma de decisiones y en la ejecución de los movimientos. (Buceta, 1996)

Buceta (1996) explica que también es posible que el estrés pueda provocar el efecto contrario, una activación muy baja lo cual también puede generar un importante déficit atencional, por lo que baja nuestro rendimiento, la atención se dispara en exceso y no se enfoca en lo que está realizando, pudiendo cometer descuidos que también puede conllevar una lesión.

Podemos comprender que esta creencia exigente de “no pain, no gain” se puede llegar a convertir en una cadena de pensamientos y sentimientos negativos para el bienestar de la persona. Es evidente que bajo estas circunstancias el simple placer y disfrute de la actividad física y deporte se puede perder completamente, y se realizan por mera auto obligación. 

Este tipo de pensamiento rígido conlleva un sobreesfuerzo también a nivel físico, una sobre gran exigencia que puede traer graves consecuencias. Un gran volumen y una importante intensidad en el entrenamiento puede causar daños y lesiones a nivel muscular. 



Derribemos el mito:

Como se plantea anteriormente este tipo de creencia no tiene consecuencia positiva alguna, por lo tanto, lo recomendable es modificarla. 

En el caso de la práctica de actividad física debemos ser conscientes que cada esfuerzo es válido, también aquellos que no son a nuestro máximo nivel. Más importante que rendir al máximo esfuerzo es mantener la constancia en la práctica, como dijo uno de mis profesores “La gota abrirá un agujero en la roca, no por su fuerza, sino por su constancia”. Es importante que sepamos valorar lo que hacemos, en la gusta medida. 

En el caso de los deportistas de alto nivel, el “no pain-no gain” puede traer consigo consecuencias negativas directas que afecten en su vida profesional. Una lesión para un deportista profesional es sinónimo de un tiempo fuera de sus competencias y practicas o entrenamientos, un periodo de rehabilitación, pasar por un proceso para reintegrarse con normalidad al deporte, etc. 

Tanto en el caso de profesionales como aquellos que no lo son, es recomendable que se cuestionen llevar a la práctica este tipo de lema, y consultar más información y con profesionales especializados cuáles son sus consecuencias. 

También es importante considerar que los excesos generalmente traer consecuencias perjudiciales, y en este caso esta forma rígida y extremista de pensar sobre el esfuerzo y la motivación conlleva consecuencias negativas a nivel físico, emocional, cognitivo y conductual. 

Ningún extremo es bueno, esto quiere decir que tampoco es bueno que no nos esforcemos cuando entrenamos o practicamos una actividad física, pero si es bueno que sea en la justa medida de no provocar problemas por llegar al exceso.




Buceta, J.M. (1996). Psicología y lesiones deportivas: Prevencion y recuperación. Editorial DYKINSON. Madrid, España.